6 de mayo de 2008

El Origen del amor

En El Banquete, Platón (bajo la voz de Sócrates) nos cuenta una historia oída de una tal Diotima, una mujer de Mantinea, que versa sobre el origen del amor.

En otro tiempo, el ser humano era redondo. Constaba de dos pares de brazos y piernas y dos rostros unidos de forma tal que, mientras que uno miraba hacia delante, el otro miraba hacia atrás. Eran tres los sexos. El masculino descendía del Sol, el femenino de la Tierra y, por último un andrógeno que consistía en ambos sexos unidos, descendía de la Luna, punto intermedio entre el Sol y la Tierra.

Pero los Dioses temieron. La humanidad era entonces poderosa y osó amenazarlos. El conflicto era de difícil resolución. ¿Qué hacer? Eliminar a los hombres no era posible, ya que los dioses necesitan a sus fieles. Pero, por otra parte, no podía permitírseles el soberbio atropello del desafío a lo divino.

La solución fue efectiva y de doble resultado. Cada uno de estos seres cuadrúpedos sería cortado al medio, de forma tal que ya sólo se sostuvieran en dos piernas haciéndolos a la vez débiles para el rebeldía y numerosos para la adoración.

Uno a uno, lágrima a lágrima, fueron divididos y separados con dolor. Apolo curó las heridas y giró sus rostros hacia el lado donde había acontecido la separación así no olvidarían el castigo. Reunió los cortes de la piel y los cosió en el punto que nosotros hoy llamamos “ombligo”. Pero cada mitad hacía esfuerzos inútiles por volver a juntarse con su otra parte. Se abrazaban y permanecían así, uno en el otro hasta morir. Aquello que antes era unidad, ahora se encontraba fragmentado en la dualidad. Zeus tuvo al fin compasión y les puso sus órganos genitales donde los tienen ahora para que pudieran amarse a través del sexo.

Nunca ya se borraría de nosotros el recuerdo de ese lejana y última mañana en que amanecimos todavía sin haber sido separados, cuando lo doble era aún uno. Y en efecto, al amar a otro, nos amamos a nosotros mismos o, dicho de otra forma, amamos a esa parte nuestra que nos ha sido arrancada y que sostiene este anhelo de volver a ser completos.

El acto de hacer el amor es la manifestación en el mundo material de ese deseo de volver a ser uno. Lo que llamamos amor no es más que el recuerdo y el canal por el cual volvemos a sentirnos completos.



a.l.e.j.o. l.ó.p.e.z

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