“Como no podemos dejar de usar el poder... amemos poderosamente.”
Martin Buber
Algunas posiciones de Venus en nuestra carta natal pueden conducir a una atracción hacia aquello que la sociedad considera feo, oscuro, malo o peligroso. Aquí nos encontramos con la sensación de complementarnos en el horror de lo repugnante. Pero nos han enseñado a amar lo bello, lo estético, lo claro y lo definido. Así, las personas con posiciones venusinas “oscuras” sienten una pesadez, una culpa y cierto rechazo hacia sí mismos y su sujeto de deseo. ¿Cómo puede ser que se sientan atraídos hacia lo monstruoso? Por otra parte, la pasión en esta forma de amar suele ser mucho más intensa que en cualquier otra y se oculta de fondo un deseo fusión real y total en y con el otro, rompiendo las barreras de la piel, la psiquis y de todo tipo para llegar a ser uno solo. En esta fusión de una vibración extrema, el deseo propio es del otro y del otro es el propio. Pero semejante intensidad acarrea una culpa, un pesado pensamiento y un temor a enfrentarse a esta monstruosidad morbosa que existe dentro.
Nuestros amigos, los antiguos constructores de leyendas, contaban en Grecia la historia de Perséfone, hija de Démeter, diosa de la Tierra. Perséfone estaba recolectando flores en el campo cuando se presentó ante ella Hades, el Rey y Dios del Inframundo. Seducción y oscuridad ante los ojos de Perséfono y, sobre todo, su deseo proyectado de ser poseída por otro. Hades la rapta y ella pone poca o nula resistencia. Una vez en el Mundo de los Infiernos, él le ofrece un banquete. Ella tiene hambre, muerde una granada y cae perdida en la maldición: quien coma alimento del mundo de los muertos ya no saldrá más de allí. Llora Démeter por no encontrar a su hija quien hacía un instante estaba ahí mismo recolectando flores. Y junto con Démeter llora la Tierra: se secan los árboles, caen las hojas amarillas al suelo, mueren las flores, bajan las temperaturas, nieva. Zeus Crónica, preocupado por el bienestar general, acude a Démeter y le ruega que vuelvan las lluvias, y que ordene a los árboles florecer, a los cultivos madurar y a los pastos seguir creciendo verdes y preciosos. Pero Démeter está triste y no puede hacerlo. El Dios de los Cielos entonces desciende al Inframundo para hablar con su hermano Hades y comunicarle que es imperioso que Perséfone salga a la superficie para alegría de su madre y florecimiento de la Tierra. Pero probada la fruta ya es tarde para volver y tampoco es justo romper las reglas de los muertos. Se decreta entonces lo siguiente: que Perséfone pasará seis meses bajo tierra con su amante y esposo Hades y seis meses en la superficie con su madre Démeter. El primer semestre se corresponde a nuestros otoño e inviernos ya que Démeter está triste, el segundo a nuestras primavera y verano, ya que está contenta.
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