23 de julio de 2010

Cuando dos son tres o el triángulo amoroso y esa dolorosa sensación de traición

¿Por qué el ser humano a veces hace cosas que consideramos malas? Mentiras, engaños, traiciones se suceden cuando alguien en una pareja que se suponía monógama elige abrirse al encuentro con otro o con otra y empezar un juego laberíntico para encontrarse preso y esclavo de sus propios engaños.


Primero, debemos saber que los triángulos amorosos son una experiencia arquetípica. Y con esto, queremos decir que pertenecen a toda la Humanidad sin importar barreras o fronteras culturales. En Astrología tenemos una casa para la pareja (la VII) y otra para los amantes (la V), sospechosamente vinculada a la expresión de uno mismo. El primer motor amoroso ocurre en el núcleo familiar en donde hay tres y no dos partes: padre, madre e hijo/-a (aún en aquellos en que el padre o la madre no es el natal sino el psicólogico). Siempre son tres. Todos hemos pasado por esta etapa que era necesaria y constructora de nosotros mismos. A menudo el padre pudo haberse sentido amenazado por el hijo y la madre, por su hija. Y según cómo se haya resuelto este complejo (y en algunos casos es evidente que no se ha resuelto en absoluto), cómo nos enfrentaremos en un futuro a los temas con los que se relaciona no sólo en la formación de pareja sino con todo tipo vincular y afectivo.


Entonces, en principio, el tres y no el dos. En el momento de conformar una pareja se establece un dos. Y es importante que ese dos sepa abrirse a un tercer elemento formando un triángulo sino quiere evitar estancarse y quedar en una dialéctica que con el tiempo no traerá satisfacciones. Posiblemente, un tercer elemento pueda ser un hijo o una hija. Pero también podrían ser actividades personales, deseos propios que vayan generando un movimiento personal a tono con el crecimiento de la pareja.


Es frecuente, sin embargo, que la pareja se cierre en el dos y se estanque allí. Se adquieren compromisos insostenibles, se generan exigencias inalcanzables y aumenta la tensión de un vínculo que antes era armonioso. El tercer elemento es una base donde apoyarse para sostener el equilibrio, sin él, se hace imposible. De lo contrario, la presión emocional aumenta como el calor crece en una olla a presión. El sistema estalla en la búsqueda de una salida: un hijo no deseado, un amante o una adicción, entre varias alternativas.


En todos los casos, ocurre más o menos lo mismo. Una de las dos partes siente una traición cuando la otra se avoca a este nuevo tercer elemento. Surgen celos, rencores y, con ellos, mecanismos de control o venganza. Siempre que una persona sienta la traición de otro/-a se están conjugando de nuevo traiciones antiguas, de su infancia. Dicha sensación es personal y propia de cada persona. Aquello que a mí me hace sentir traicionado no es lo que genera esa misma sensación en otros. Y según cómo haya vivido las anteriores, tendré más o menos herramientas para enfrentarme a esta nueva actualización de esta sensación.


Estas situaciones son de una alta complejidad. Nos vemos enfrentados a emociones que desagradan: traición, humillación y mentira parecen manchar todo un pasado donde las cosas eran distintas. No hemos sido educados para enfrentarnos a este tipo de sensaciones que intentamos ocultar y negar.


El triángulo entonces establece tres jugadores: a) quien engaña y miente, negando la situación; b) el engañado, quien se siente víctima y c) el propulsor al mal, quien motiva el engaño. Lo primero que hay que saber es que el sistema requiere de estos tres elementos y, por tanto, ninguno es victima ni victimario (aunque la consciencia lo sienta así) sino todos funcionales al sistema que entre tres fue generado. Además, hay que tener en cuenta que esta disposición suele surgir como resolución a esa olla a presión o como respuesta a pactos tácitos, palabras no dichas o hechos no consensuados y, como tal, es inevitable y consecuencia directa del comportamiento de los tres participantes y no de uno solo. Es importante tener siempre claro que surgen los tres a la vez y que ninguno es únicamente víctima. En todo caso, cabrá preguntarse, ¿por qué mi pareja me miente? o ¿por qué no me es posible confiar en mi pareja?, o bien, ¿por qué le miento a mi pareja?, o ¿por qué debo buscar un encuentro secreto que excluye a mi pareja (ya sea una adicción, un hijo o un amante)?, o ¿por qué elijo vincularme con alguien en estas condiciones tales que debe mentir y engañar a un otro para hacerlo?. En el único caso en que sí podríamos considerar víctimas sería en aquellos matrimonios que eligen tener un hijo como vía de escape y la criatura no nace en el hogar más feliz. Pero cabrá preguntarse primero si existe un “hogar feliz” en la tierra y, cuáles son las energías intrínsecas de esa criatura, y cuál su potencial transformador que lleva a que se manifiesten en este niño en este lugar.


Cuando pensamos en el primer elemento, quien traiciona, recordemos también que una persona que miente, sufre. A menudo, el que engaña sufre tanto o más que el resto. Y, según ciertas estadísticas, el remordimiento posterior nunca sabe compensar el placer primero de la aventura. Tendemos a ver en él el culpable de toda la situación pero sabemos que su posicionamiento en este papel es consecuencia de actos anteriores. Si hay víctimas, él también es una.


Por otra parte, está el traicionado. Es una figura de dolor y humillación, de pena y tristeza, en algunos casos, de cólera e ira. Frecuentemente, negará la desolación canalizándola a iracundos actos desenfrenados de venganza o imposición de distancias y límites para evitar enfrentarse a su propio orgullo, herido y lastimado. Aquí se expresa el dolor de todo el grupo y no sólo el propio. Parecemos encontrarnos con la única víctima pero ya hemos visto que los otros participantes también sufren y, seguramente, éste también tomó ciertas decisiones y dio ciertos pasos para encontrarse en ese puesto y, si no fue así, cabe preguntarse cuánto está dispuesto a dar, y cuánto a exigir, cuánto a perdonar y cuánto a permitir y por qué se siente (o sintió) atraído/-a a alguien que le miente. ¿Por qué duele la mentira? Sólo la completa comprensión de todo el proceso, de la propia sombra (y no sólo de la ajena) puede aportarle un conocimiento verdadero sobre quién es de forma que pueda salir adelante, sanar esa herida y construir un nuevo tipo de vínculo.


Por último, el tercer factor, que parece ser el único insensible del grupo, aquel a quien no importa nada más que el beneficio propio (obtener y ganar, usar y sacar beneficio) y que pareciera sentar su felicidad en la desgracia ajena. Éste personaje ha sido puesto siempre en la sombra, es ocasionador de males y destructor de familias. El mal, o bien, la llamada al mismo. Esta visión intenta salvar a quien comete la traición y cargar con toda la culpa a este tercer factor generando así un chivo expiatorio en quien depositarlo todo. Pero esto genera una polaridad que trae a quien traiciona a la limpia luz y a este otro a la negra oscuridad. En realidad, cuando llevamos al tercer jugador a la sombra, estamos queriendo negar nuestras propias tinieblas. Nunca es el otro enteramente culpable. Si uno no quiere, dos no se juntan. Aquí está representada la sombra de los tres participantes del triángulo que nos libera de culpas pero nos exime también de un verdadero crecimiento. Así, no fue él sino una mujerzuela que se le cruzó en el camino y no fue ella, sino la bebida y el submundo de las discotecas. Pocas veces cabe la pregunta de qué siente este tercer personaje, si sufre o no, y no suele reconocerse cuan gratuitamente (o no) participa del sistema como respuesta o solución a un tema anterior. A menudo, son las/-os amantes que salvan familias y vuelven a unir a parejas. Pero ellos mismos deberían preguntarse por qué eligen participar en este juego laberíntico y por qué desde este lugar. Y quien traiciona y el o la traicionada deberían hacer un esfuerzo por comprender que son tan responsables como este tercer personaje.


La vivencia de un triángulo amoroso, no importa desde qué rol se juegue, trae (si uno la trabaja) muchísimo crecimiento y un aprendizaje altísimo sobre uno mismo. Es una experiencia de suma complejidad y suele acarrear una alta intensidad emocional. Se evalúan los límites personales y ajenos habilitando luego vínculos mucho más sanos, francos, sólidos y honestos donde la expectativa al ser más baja, habilita un nivel de expresión y comunicación anteriormente imposible. Pero no es fácil enfrentarse a la humillación y la traición y nos encontramos aquí obligados a ver si sabemos tratar con la decepción. Por mi parte, creo que lo importante y esencial es no intentar buscar de inmediato culpables sino comprender que esta situación se da como resultado de un proceso que fue abriéndose desde antes. ¿Por qué se genera este tipo de vínculo?, ¿qué rol ocupa cada uno? Y ver entonces que se puede intentar sanar y, desde allí, continuar.

Imágenes: "Family" by Shikigamis (de www.deviantart.com), "Hierro 3" de Kim Ki-duk, "Nails in love"

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