27 de julio de 2010



SERVICIO CONSTANTE
(Reflexiones de filosofía espiritual • Alice Bailey)

En la vida misma, tal como se manifiesta en la Naturaleza, los hombres tenemos la mejor demostración de lo que es el Servicio. Desde la luz y el calor que recibimos del Sol, hasta la viva manifestación de una hierba, todo es servicio, impersonal, abnegado y en obediencia a la ley que rige el desenvolvimiento de nuestro Universo hacia un mayor grado de perfección.
Todo en la vida es servicio; Dios, el Logos, se limita a sí mismo a fin de que sus criaturas tengan vida, se desenvuelvan progresivamente y alcancen la perfección, ideada en su Mente infinita; al otro extremo de la escala, el mineral cede sus elementos para que el vegetal germine, crezca, florezca y dé fruto.
Todo obedece a la ley dual del del Amor y del Sacrificio, cuya manifestación sintética es el Servicio Todo acto de verdadero Servicio intensifica y expande el amor, a la vez que fortalece el espíritu de sacrificio.
Por no entender bien esta doble acción recíproca, que es la raíz de todo progreso, buscamos en nuestras relaciones humanas lo que llamamos amor, pero tratamos de eludir lo que significa sacrificio, con lo cual hemos creado las dos fuerzas negativas, egoísmo y temor, causa original de todos nuestros sinsabores y desgracias. Porque el egoísmo y el temor no son productos de la acción de Dios sino creaciones de la mente humana.
Con frecuencia oímos hablar del Servicio de Dios, sobre todo en personas con carácter o tendencia religiosa. Indiscutiblemente la mejor manera, mejor dicho, la única manera que tenemos de servir a Dios es servir a nuestros hermanos, como manifestaciones y expresiones de la vida de Dios. La frase "servir a Dios" no tiene sentido si no quiere decir servirle en sus criaturas. Servimos a Dios cuando servimos a nuestros hermanos y contribuimos al progreso del mundo.
Servimos igualmente a Dios cuando nos esforzamos en ser nosotros mismos expresiones más perfectas de El y ponemos de manifiesto Su perfección en la altura y belleza de nuestros ideales y en la pureza de nuestros pensamientos y sentimientos, lo mismo que cuando nos esforzamos en embellecer nuestra forma física y en dar armonía a nuestros gestos y movimientos.
La marca del servidor no la ve ni la conoce el mundo, porque está oculta en el corazón del servidor y este no la muestra. El deseo de servir es el impulso natural del alma a manifestarse y expandirse; por esto quienes anhelan servir y se sienten entorpecidos, sienten una especie de malestar que tratan de acallar, prometiéndose servir cuando las circunstancias cambien y sean más favorables.
No esperemos que las circunstancias cambien ! El problema del mundo es nuestro problema. Intentemos que cada minuto de nuestro día sea un minuto de servicio positivo en beneficio del grupo, la familia, la nación. Recordemos lo que se nos dice en el Evangelio: "lo que hagáis por el más pequeño de mis hermanos, por Mí lo hacéis".

Esmerémonos por servir en las pequeñas cosas,
a fin de prepararnos para servir en las grandes.

Fuente: Revista El Servidor • Año XV Nº 22 • Fundación Lucis
Melina Enrico

23 de julio de 2010

Cuando dos son tres o el triángulo amoroso y esa dolorosa sensación de traición

¿Por qué el ser humano a veces hace cosas que consideramos malas? Mentiras, engaños, traiciones se suceden cuando alguien en una pareja que se suponía monógama elige abrirse al encuentro con otro o con otra y empezar un juego laberíntico para encontrarse preso y esclavo de sus propios engaños.


Primero, debemos saber que los triángulos amorosos son una experiencia arquetípica. Y con esto, queremos decir que pertenecen a toda la Humanidad sin importar barreras o fronteras culturales. En Astrología tenemos una casa para la pareja (la VII) y otra para los amantes (la V), sospechosamente vinculada a la expresión de uno mismo. El primer motor amoroso ocurre en el núcleo familiar en donde hay tres y no dos partes: padre, madre e hijo/-a (aún en aquellos en que el padre o la madre no es el natal sino el psicólogico). Siempre son tres. Todos hemos pasado por esta etapa que era necesaria y constructora de nosotros mismos. A menudo el padre pudo haberse sentido amenazado por el hijo y la madre, por su hija. Y según cómo se haya resuelto este complejo (y en algunos casos es evidente que no se ha resuelto en absoluto), cómo nos enfrentaremos en un futuro a los temas con los que se relaciona no sólo en la formación de pareja sino con todo tipo vincular y afectivo.


Entonces, en principio, el tres y no el dos. En el momento de conformar una pareja se establece un dos. Y es importante que ese dos sepa abrirse a un tercer elemento formando un triángulo sino quiere evitar estancarse y quedar en una dialéctica que con el tiempo no traerá satisfacciones. Posiblemente, un tercer elemento pueda ser un hijo o una hija. Pero también podrían ser actividades personales, deseos propios que vayan generando un movimiento personal a tono con el crecimiento de la pareja.


Es frecuente, sin embargo, que la pareja se cierre en el dos y se estanque allí. Se adquieren compromisos insostenibles, se generan exigencias inalcanzables y aumenta la tensión de un vínculo que antes era armonioso. El tercer elemento es una base donde apoyarse para sostener el equilibrio, sin él, se hace imposible. De lo contrario, la presión emocional aumenta como el calor crece en una olla a presión. El sistema estalla en la búsqueda de una salida: un hijo no deseado, un amante o una adicción, entre varias alternativas.


En todos los casos, ocurre más o menos lo mismo. Una de las dos partes siente una traición cuando la otra se avoca a este nuevo tercer elemento. Surgen celos, rencores y, con ellos, mecanismos de control o venganza. Siempre que una persona sienta la traición de otro/-a se están conjugando de nuevo traiciones antiguas, de su infancia. Dicha sensación es personal y propia de cada persona. Aquello que a mí me hace sentir traicionado no es lo que genera esa misma sensación en otros. Y según cómo haya vivido las anteriores, tendré más o menos herramientas para enfrentarme a esta nueva actualización de esta sensación.


Estas situaciones son de una alta complejidad. Nos vemos enfrentados a emociones que desagradan: traición, humillación y mentira parecen manchar todo un pasado donde las cosas eran distintas. No hemos sido educados para enfrentarnos a este tipo de sensaciones que intentamos ocultar y negar.


El triángulo entonces establece tres jugadores: a) quien engaña y miente, negando la situación; b) el engañado, quien se siente víctima y c) el propulsor al mal, quien motiva el engaño. Lo primero que hay que saber es que el sistema requiere de estos tres elementos y, por tanto, ninguno es victima ni victimario (aunque la consciencia lo sienta así) sino todos funcionales al sistema que entre tres fue generado. Además, hay que tener en cuenta que esta disposición suele surgir como resolución a esa olla a presión o como respuesta a pactos tácitos, palabras no dichas o hechos no consensuados y, como tal, es inevitable y consecuencia directa del comportamiento de los tres participantes y no de uno solo. Es importante tener siempre claro que surgen los tres a la vez y que ninguno es únicamente víctima. En todo caso, cabrá preguntarse, ¿por qué mi pareja me miente? o ¿por qué no me es posible confiar en mi pareja?, o bien, ¿por qué le miento a mi pareja?, o ¿por qué debo buscar un encuentro secreto que excluye a mi pareja (ya sea una adicción, un hijo o un amante)?, o ¿por qué elijo vincularme con alguien en estas condiciones tales que debe mentir y engañar a un otro para hacerlo?. En el único caso en que sí podríamos considerar víctimas sería en aquellos matrimonios que eligen tener un hijo como vía de escape y la criatura no nace en el hogar más feliz. Pero cabrá preguntarse primero si existe un “hogar feliz” en la tierra y, cuáles son las energías intrínsecas de esa criatura, y cuál su potencial transformador que lleva a que se manifiesten en este niño en este lugar.


Cuando pensamos en el primer elemento, quien traiciona, recordemos también que una persona que miente, sufre. A menudo, el que engaña sufre tanto o más que el resto. Y, según ciertas estadísticas, el remordimiento posterior nunca sabe compensar el placer primero de la aventura. Tendemos a ver en él el culpable de toda la situación pero sabemos que su posicionamiento en este papel es consecuencia de actos anteriores. Si hay víctimas, él también es una.


Por otra parte, está el traicionado. Es una figura de dolor y humillación, de pena y tristeza, en algunos casos, de cólera e ira. Frecuentemente, negará la desolación canalizándola a iracundos actos desenfrenados de venganza o imposición de distancias y límites para evitar enfrentarse a su propio orgullo, herido y lastimado. Aquí se expresa el dolor de todo el grupo y no sólo el propio. Parecemos encontrarnos con la única víctima pero ya hemos visto que los otros participantes también sufren y, seguramente, éste también tomó ciertas decisiones y dio ciertos pasos para encontrarse en ese puesto y, si no fue así, cabe preguntarse cuánto está dispuesto a dar, y cuánto a exigir, cuánto a perdonar y cuánto a permitir y por qué se siente (o sintió) atraído/-a a alguien que le miente. ¿Por qué duele la mentira? Sólo la completa comprensión de todo el proceso, de la propia sombra (y no sólo de la ajena) puede aportarle un conocimiento verdadero sobre quién es de forma que pueda salir adelante, sanar esa herida y construir un nuevo tipo de vínculo.


Por último, el tercer factor, que parece ser el único insensible del grupo, aquel a quien no importa nada más que el beneficio propio (obtener y ganar, usar y sacar beneficio) y que pareciera sentar su felicidad en la desgracia ajena. Éste personaje ha sido puesto siempre en la sombra, es ocasionador de males y destructor de familias. El mal, o bien, la llamada al mismo. Esta visión intenta salvar a quien comete la traición y cargar con toda la culpa a este tercer factor generando así un chivo expiatorio en quien depositarlo todo. Pero esto genera una polaridad que trae a quien traiciona a la limpia luz y a este otro a la negra oscuridad. En realidad, cuando llevamos al tercer jugador a la sombra, estamos queriendo negar nuestras propias tinieblas. Nunca es el otro enteramente culpable. Si uno no quiere, dos no se juntan. Aquí está representada la sombra de los tres participantes del triángulo que nos libera de culpas pero nos exime también de un verdadero crecimiento. Así, no fue él sino una mujerzuela que se le cruzó en el camino y no fue ella, sino la bebida y el submundo de las discotecas. Pocas veces cabe la pregunta de qué siente este tercer personaje, si sufre o no, y no suele reconocerse cuan gratuitamente (o no) participa del sistema como respuesta o solución a un tema anterior. A menudo, son las/-os amantes que salvan familias y vuelven a unir a parejas. Pero ellos mismos deberían preguntarse por qué eligen participar en este juego laberíntico y por qué desde este lugar. Y quien traiciona y el o la traicionada deberían hacer un esfuerzo por comprender que son tan responsables como este tercer personaje.


La vivencia de un triángulo amoroso, no importa desde qué rol se juegue, trae (si uno la trabaja) muchísimo crecimiento y un aprendizaje altísimo sobre uno mismo. Es una experiencia de suma complejidad y suele acarrear una alta intensidad emocional. Se evalúan los límites personales y ajenos habilitando luego vínculos mucho más sanos, francos, sólidos y honestos donde la expectativa al ser más baja, habilita un nivel de expresión y comunicación anteriormente imposible. Pero no es fácil enfrentarse a la humillación y la traición y nos encontramos aquí obligados a ver si sabemos tratar con la decepción. Por mi parte, creo que lo importante y esencial es no intentar buscar de inmediato culpables sino comprender que esta situación se da como resultado de un proceso que fue abriéndose desde antes. ¿Por qué se genera este tipo de vínculo?, ¿qué rol ocupa cada uno? Y ver entonces que se puede intentar sanar y, desde allí, continuar.

Imágenes: "Family" by Shikigamis (de www.deviantart.com), "Hierro 3" de Kim Ki-duk, "Nails in love"

4 de julio de 2010

Saturno vestido del otro...

En el Cielo se está dando un movimiento importante: Plutón entra en Capricornio. Tiembla entonces el sistema, teme la sociedad su propio desarme. El dios del Inframundo sólo emerge para destruir y matar. Sí, Plutón es transformación pero, sobre todo, muerte (asumásmolo). O al menos es así para nuestras limitadas psicologías mortales y humanas.

El otro día, en un seminario en Londres, hablábamos de otras posiciones en que Plutón hubiese estado en Capricornio. Descubrimos así que cuando Lutero propulsó la revolución estaba el astro en la misma posición. Allí, el sistema no se basaba en lo económico y la moneda sino en lo religioso. Los poderosos no eran los bancos sino la Iglesia. También entonces se culpó a manifestaciones externas del mal generalizado. Y también entonces el objetivo fue que pagaran ellos. LA revolución derrumbó el sistema: las iglesias protestantes surgieron con la fuerza de un neo-nato y se expandieron por el mundo. Continuaron luchas entre algunos que insistían no soltar y resistir y, otros, que se entregaban al cambio. Plutón en Capricornio nuevamente nos propone una muerte para abrir paso a una nueva forma de vida.

Para saber cómo afrontar esta destrucción, debemos mirar al regente del signo en que ahora se encuentra el destructor Plutón: Saturno. Y al mirar vemos que Saturno sale de Virgo para entrar en Libra. Saturno siempre lleva a la esencia de dónde se encuentra. Saturno es lo fundamental, lo esencial. Así, en Virgo nos hizo limpiar (costumbres, hábitos, ritos cotidianos, organizaciones y estructuras en las que nos hallábamos a salvo). Ahora, Saturno entra en Libra y nos pide que construyamos teniendo en cuenta al otro.

Libra es un sabio signo. Sabe ceder cuando es necesario y exigir cuando hace falta. Es equilibrado (no en vano tiene forma de balanza) y pide siempre clemencia, comprensión y apertura. Su regente es Venus, que exige abrirnos al encuentro.

Esta es una hora de encuentros, de recibir al otro y buscar construir algo en conjunto. Es un momento en que tenemos que examinar nuestros vínculos, qué valoramos de ellos y qué no. Y los vínculos pasarán por un juicio y muchos caerán. Si el otro no puede valorar mis necesidades y, sobre todo, si yo mismo no puedo ceder y dar libertades, el vínculo no sobrevivirá. Es un momento crítico, Saturno viene a podar. Y el podador no temblará al realizar los cortes que sean necesarios. Por supuesto, muchos vínculos sobrevivirán. Y no sólo eso, sino que saldrán aireosos, fuertes, concisos, maduros y concretos, adquirirán una forma mucho más estructurada y estable. Saturno corta para habilitar otro crecimiento, tanto más decidido y elegido, tanto más consciente y maduro. Así que no hay que temer sino pactar, elegir y, sobre todo, construir. Esta es la hora de construir con la ayuda del otro, de armar algo de a dos. Es la hora de la apertura, de construir desde Venus que es todo lo creativo y sensual, todo lo seductor, todo ese abrirse al encuentro, a la aceptación profunda. Entonces, los vínculos serán torres, altas y fuertes, visibles desde la distancia, y desde ese contacto, podremos iniciar la reconstrucción del mundo. Nada podrá dañarnos porque no estaremos en contra de los otros, sino en contacto con ellos.

No hay que temer, entonces. Hay que amar, como siempre. Pero ahora, más que nunca.

+ a.l.e.j.o l.ó.p.e.z. +

Ilustraciones: Volcano de davidr805 y Justices de *puimun (en Deviantart)