23 de abril de 2010

17 de abril de 2010
Somos el destino del otro
Cuánto más incorpore yo de mi ser total, más tendrán que cambiar las situaciones externas. Si yo insisto en que soy "esto o aquello" mientras que las situaciones externas intentan hacerme ver que en realidad soy mucho más, dichas condiciones externas tendrán que repetirse hasta que haga un insight y descubra que soy tanto, tanto más. ¿Qué herramientas cuenta el Universo para hacérnoslo ver? Ponernos en situaciones donde dicha energía se manifieste y, particularmente, acercarnos a personas que manejen dicha energía.
El Universo es preciso y exacto, nada es azaroso, nada coincidentemente casual. Todo es intencional. Ningún intento, futil. Aquí no hay pérdidas ni resabios. Cada encuentro que tenemos con alguien nos habla de nuestro propio destino pero también manifiesta la red en la que estamos inmersos porque habla del destino ajeno. Todos interconectados. Todos perdidos. Todos encontrados. Lo que uno haga, modificará a todo el resto; si uno cae, la red entera temblará. También, cuando uno se regocije. Este concepto puede vaciarnos y hacernos sentir que despersonaliza nuestra identidad. Pues entonces, no somos más que en relación con otros. Por el contrario, la propuesta es la otra: sólo al aceptar toda nuestra individualidad, sólo al atrevernos a pasar por el proceso de individuación de manera completa y total y asumir nuestro ser entero como unidad, sólo al ser nosotros mismos de manera plena, feliz y total, podremos hacer un aporte al arquetipo, iluminar la sombra y regalarle una ofrenda a esta red humana que conformamos. Y sólo así podremos hacernos dueños de nuestro destino y redigirlo, cambiando también el de la humanidad. Porque si somos espejos de la sombra del resto (y el resto es la proyección de la nuestra propia), en cada hombre está contenido la humanidad entera. Y, así, al resolver nuestro propio destino, salvaremos a toda la Humanidad.

4 de abril de 2010
La Humanidad como una red
Nos acercamos a la Era de Acuario. Visionaros auguran grandes males para el mundo. Tragedias, catástrofes, muertes. El Infierno mismo. Al mismo tiempo, se

Todo esto ocurre poco a poco pero a pasos agigantados... hace sólo 15 años, internet no estaba al alcance de la mano, los móviles pesaban quilos y los aviones no surcaban constantemente los cielos. Posiblemente, la clara señal de que este gran cambio se acercaba fue aquel viaje (real o montado) que nos permitió ver la Tierra desde el espacio, salir de nosotros mismos y vernos desde fuera, desdoblarnos y aún así seguir siendo nosotros mismos pero ya no iguales, sino distintos. El ojo que finalmente puede verse a sí mismo.
Acuario es una red que, como aquella para pescar tiene nudos que la mantienen junta, tiene nudos-humanos que la hacen una. Desatemos una atadura y se des

Acuario propone que comprendamos que en esta Nave Tierra somos uno y, además, uno con ella. Lo que le ocurra al de aquí, afectará al de allá. El Rey y el político, el ladrón y su vícitma, la policía y los jueces, las amas de casa y los banqueros, los camareros y los maestros, las prostitutas y los artistas, los niños y los adultos, los estudiantes y los perezosos, los nobles y los falsos, los honestos y los mentirosos. Todos uno, todos lo mismo, pero cada uno en su propia función. La ligazón es inquebrantable y las consecuencias de las acciones, inevitable. No hay acción sin reacción y no hay reacción que no afecte al resto. La globalización nos permite seguir nuestra vida cotidiana, ir a trabajar cada día, desayunar cada mañana, ver a nuestros amigos, dormir con nuestra pareja y, al mismo tiempo, preocuparnos por una catástrofe en Sudamerica e intentar ayudar desde lejos. Es rídiculo pensar que ya no tenemos ninguna responsabilidad o que no podemos hacer nada. El otro es uno mismo. El miedo ajeno es el propio. La desesperación del distante, la mía; su sufrimiento, compartido. También así su risa, su sonrisa pura y generosa, y esa felicidad que se contagia y que consigue traspasar fronteras culturales, sociles, de tiempo y espacio.
Es hora de saberlo:
Somos el destino del otro.
